jueves, 20 de marzo de 2008

La vida de un hostel

La vida del hostel está marcada por el continuo salir y llegar de gente, que se renueva, que sólo está de tránsito en búsqueda de nuevas aprehensiones, de experiencias y realidades que hagan soportable la infatigable tarea de seguir viviendo. En un mundo como éste, el hostel como punto de encuentro de mundos e historias presonales, apenas puede tejer afectos duraderos. En este continuo ir y venir en el que los contactos son apenas posibles y por eso poco sostenibles, en este básico y solitario: "hola cómo estás?... soy tal y tú?..... mucho gusto..... de dónde eres?..", aquí es difícil aunque no imposible establecer afectos, hacer amigos, encontrar el amor. Historias verdaderas que descubren mundos lejanos, soledades y expectativas parecidas y distintas, en el que también puede surgir el amor. Las afinidades acercan personas, las decisiones y las razones del corazón establecen afectos (amistades y enamoramiento). Sí, también en este mundo del hostel, donde el dominio de lo efímero es cotidiano, donde la caducidad y con ello lo finito se hace evidente de manera importante y como algo esencial, en este ámbito puede surgir lo definitivo; lo definitivo que tendrá que renovarse día a día como algo cotidiano: lo definitivo en lo efímero. En este mundo del hostel basta sólo tres o cuatros días para conectar vidas y enredarlas para siempre. Una mirada, una sonrisa llevan al intercambio de básicas palabras, las que después despiertan el interés y surge la afinidad. Esta interacción primaria y original despierta después la sensación y la conciencia entre los recién conocidos de conocerse desde siempre sin antes haberse visto. Se podría decir aquí de una cierta "comunión de almas". Llegando a establecer relaciones más profundas que con aquellas personas con las que se convive o se conoce desde hace muchos años. Si la vida en el hostel es efímera y pasajera no por ello deja de ser verdad que la vida se construye a través de afectos y que éstos, a pesar de su naturaleza que exige perpetuidad, saben surgir también del mundo de lo pasajero, de lo efímero, y trascienden la barrera de la distancia y el tiempo. La vida del hostel por caprichosa e injusta que pueda parecer su atractivo intercambio y su aleatoria convocatoria (despertando el interés por seguir conociéndose las personas que se encuentran), contribuye a su modo al encuentro de mundos distantes y parecidos. Si todos y cada uno después siguen su rumbo propio el camino siguiente ya no se recorrerá del mismo modo, pues se descubrió algo de otro mundo que contribuye a ensanchar el propio horizonte.

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