viernes, 12 de abril de 2013

La razón más allá de sí misma

Cuando la razón no es alimentada o ejercitada en su función sapiencial de inteligir o leer en lo profundo de lo real los significados de la existencia, es decir cuando ya no se aventura por los confines del lenguaje y del pensamiento hasta elevarse más allá de sí misma al ámbito del sentido, el hombre vive casi instintivamente  dominado y sumergido bajo la capa densa de las configuraciones fantasmales de la sociedad (Mercado, Estado y Medios de Comunicación e Información) que lo anulan en lo más esencial de su ser. Aquí, sofocado por tantas solicitaciones - sobre todo de tipo económico - ya no es capaz de descubrir al hombre interior que anida dentro de él, pues está como anestesiado en su corazón y en su conciencia. Arrastrado por las vertiginosas corrientes de las circunstancias de la vida cotidiana y de la vida agitada de la sociedad actual ya no tiene espacio ni tiempo para aventurarse en la búsqueda de los significados y contenidos de la existencia. Afincado en el cultivo de la apariencia, en el drama de la supervivencia económica (la angustia por la consecución de un puesto laboral, los costos de vida y las aspiraciones a más que esto conlleva, los requirimientos de servicios, la angustia por conseguir y hacer rendir la economía para cubrir los gastos del mes, que configuran y reducen la trama de la existencia de la mayoría sobre todo en los países en vías de desarrollo), afirmado sólo al ras de la piel, en la mera materialidad, en la superficialidad el hombre ha perdido su capacidad de adentrarse en los niveles más profundos de lo real, de inteligir los significados de la existencia y los puntos de referencia o coordenadas existenciales (los valores, las evidencias originarias del corazón, las exigencias primigenias de justicia, de libertad, de belleza, de verdad y de bien), entonces los únicos polos en los cuales transcurre su existencia lo constituyen la consecución del bienestar material, el cuidado y el goce de la vida física, el cultivo de la imagen. La llamada "calidad de vida" - a la que los países en vía de desarrollo aspiran como fin último y que los países desarrollados presentan como logro y conquista - se interpreta principal o exclusivamente como eficiencia económica, consumismo desordenado, belleza y goce de la vida física, olvidando las dimensiones más profundas de la existencia - relacionales, espirituales y religiosas -. De modo que disuelto en ese afán alienante de la sociedad impersonal, sumergido en la obtusidad de la vida social ya no es capaz de percibir cuál es el camino verdadero y en especial la voz de la vida misma queda acallada: "y todo conspira para acallar de nosotros, un poco como se calla una verguenza, quizá un poco como se calla una esperanza inefable" (R.M.Rilke). Aquí la conciencia como el espacio propio del encuentro del yo con la voz de la vida y la verdad y como el lugar de la realidad donde se afirma el significado de todo debe ser recuperado y cultivado como trascendencia del fenómeno en camino hacia el Fundamento.      

jueves, 26 de enero de 2012

La concurrencia de libertades

No somos libres de modo absoluto. Las circunstancias externas y ajenas a nuestra voluntad nos imponen límites y condicionamientos a nuestra libertad: Quien dice que es libre absolutamente y dice que hace lo que quiere debe decírselo a sí mismo cuando está esperando el tren y está atrasado para llegar a un encuentro; entonces verá que el tren no obedece a su deseo, sino que se verá obligado o a desesperarse o a tener paciencia.

El factor imprevisible: La imprevisibilidad de las circunstancias externas que nos acontecen, la inexorabilidad de la realidad ante la cual nos vemos obligados a optar y decidir no depende en absoluto de nosotros y es frente a estas realidades que soy libre no creando la realidad, sino asumiendo una postura frente a ella. Frente a mi constitución nervioso parasimpático (el sitema de mis actos reflejos involuntarios), frente al reino de la oscuridad de mi organismo biológico: por fuera me puedo ver bien por dentro sólo Dios sabe, que con su dinamismo inexorable y autónomo se me impone no soy libre, es decir esta realidad es independiente de mí. En la concurrencia de las libertades en el escenario social, en donde cada sujeto con sus propias decisiones y actuaciones me interpela desde mi libertad, no soy absolutamente libre.

Caso: Tengo clases a las 8:00 y salgo de mi casa a las 6:30. Me tomo 1:30 en llegar hasta mi clase. En el trayecto la segunda línea de tren que tomo se descompone en la segunda estación (son 5 estaciones hasta mi clase) así que tengo que esperar por el siguiente tren que demora en pasar unos 15 minutos. Éste a su vez (el tren) va lento, demorando por cada estación más de 5 minutos que lo normal, de tal modo que llego a mi clase más de 30 minutos atrasado. Intento explicárselo a mi alumno lo sucedido, pero él, como hombre de negocio para quien el tiempo es dinero, no es suficiente y no le sirve, entonces llama a mi jefe para darle quejas de mi atraso y que si se repite solicita cambio de profesor. Al día siguiente salgo 30 minutos antes de la 1:30 que me tomo para llegar a mi clase, para asi tener una media hora de tolerancia a cualquier imprevisto que se me presente por el camino.
Conclusión: Primero, la realidad se impone a nuestra libertad, no construimos y creamos la realidad ni la verdad de las cosas, frente a ellas sólo nos toca asumir posturas, actitudes, y he aquí la esencia y el espacio propio de nuestra libertad. Somos libres sólo para responder y relacionarnos con la realidad y aquí la explicación de las múltiples y variadas formas de existir.
Segundo, soy libre para asumir un compromiso, tener una responsabilidad, un deber (en este caso un trabajo). Una vez asumido el compromiso me veo obligado a cumplirlo, esto está implícito en mi compromiso, es decir me veo obligado en mi responsabilidad: mis decisiones libres tienen consecuencias de las que soy responsable. Asumir un compromiso, tomar una decisión por un lado limita o circunscribe mi libertad desde el punto de vista de la pretensión humana de totalidad, por otro lado nos identifica con algo, al decidir por algo nos identificamos, nos configuramos, nos autodeterminamos. Somos una sucesión de decisiones que nunca parte de cero, puesto que nuestras decisiones futuras son condicionadas por las presentes y anteriores. No somos libertad pura, ni nuestra libertad parte de un punto cero.
Tercero, a cada decisión que tomamos siempre le sigue una imprevisibilidad, un factor imprevisible, no siempre resulta lo que esperamos: yo quería algo, pero después hay otros factores que se imponen y la realidad me sorprende con otras cosas: planeaba con ir de viaje en mis vacaciones, pero un percance de última hora hizo que postergara mi viaje. Aquí el dicho: el hombre propone y Dios dispone. Pero es ante esta imprevisibilidad que nuevamente me veo obligado a tomar una actitud, una postura o negativa o positiva, así que de nuevo nos vemos en el primer punto, en el comienzo del camino de la libertad.

sábado, 23 de enero de 2010

El dominio del "ego" como camino hacia el bien

Lo bueno, lo noble, lo verdadero y el ideal de las cosas (el cómo deben-ser las cosas) existen independientemente de nuestros actos, de nuestros errores o de que creamos o no en ellos. Si nosotros erramos no por eso es que no existan o dejen de existir el ideal, lo bueno y lo verdadero. Para recorrer el camino del bien y de la verdad hace falta de cierta dosis de fatiga, una cuota de ascesis, precisamos de esfuerzo y sacrificio para vivir la "vida buena" - vida que no está exenta de dificultades y que la mayoría de las veces exige gotas de sudor existenciales, cargar la propia cruz - precisamos del dominio de la razón sobre nuestras insitintividad, sobre nuestra animalidad, sobre nuestro ego (principio egocéntrico, fuente de nuestros males); dominio de nuestra dimensión propiamente personal, de nuestra conciencia personal (nuestra racionalidad) sobre nuestra impulsividad, nuestra dimensión irracional, inconciente.
Este dominio es una empresa ardua, un trabajo muchas veces cansativo e incomprensible, pero siempre gratificante. En ciertas ocasiones este trabajo es demasiado para la sola fuerza humana por lo que se precisa de una ayuda superior.
El dominio de nosotros mismos, el autocontrol de nuestro propio yo es la condición de la auténtica libertad y presupuesto de nuestra verdad que hace posible el sentido de nuestras vidas que es relacional y oblativa. Sin embargo, muchas veces la gran mayoría de nosotros no tenemos este dominio regio de nuestra razón sobre nuestros instintos, sobre lo irracional en nosotros. Y entonces es la vida la que se encarga de señalarnos el camino, de corregirnos y "purificarnos" o enmendarnos con los látigos y golpes de la vida, desde nuestros propios errores y a través de nuestros sufrimientos - que cobran sentido cuando tomamos conciencia o despertamos de nuestra situación existencial y procuramos "la vida buena" -. Los golpes de la vida, los sufrimientos (provocados, suscitados las más de las veces por nuestros errores y limitaciones) tienen la misión (su razón de ser) de doblegarnos de nuestros egoísmos y re-orientar nuestras miradas hacia "la vida buena" (todo al final siempre apunta al bien).
Esfuerzo (ascesis asumida libremente) y sufrimiento (originado por nuestros egoísmos): dos caminos existenciales de llegar a la "vida buena", al camino del bien y de la verdad. La ascesis, el esfuerzo representado por la imagen de la cruz, es el camino conciente y asumido libremente (activo) hacia la vida buena. El sufrimiento, el dolor representado por los golpes de la vida y por nuestros egoísmos, es el camino más largo, extrínseco (pasivo) que la vida nos impone obligándonos a reaccionar a despertar de nuestras cerrazones.
En realidad los dos caminos: al asumido conciente y libremente y el "impuesto" abruptamente por la vida como consecuencia de nuestros errores son caminos de cruz, sacrificio y dolor. Sin embrago, existe una diferencia sustancial y psicológica inteligible entre la actitud del hombre integrado que recorre el camino de la ascesis (y por esto dueño de sí mismo) y la actitud del hombre instintivo que padece las consecuencias de sus errores (infelicidad y angustia). Esta consiste en que en el primero (el asceta maduro) el sacrificio no es masoquista autolimitación y el elemento principal no es la tristeza ni el lamento, sino todo lo contrario es una libre aceptación y por esto un "regio"(racional) autocontrol y una alegre donación, la alegría existencial es lo carcterístico de este hombre. En el segundo (el instintivo irracional) el sufrimiento, la angustia y la infelicidad es lo característico.
Nuestra existencia toda - el arco total que abarca toda nuestra vida - es una existencia configurada y pincelada, mejor dicho posee una dimensión pedagógica. En un primer momento cuando irrumpimos en el mundo y durante el tiempo de casa y formación recibimos o debemos recibir las herramientas para el dominio de nuestro ego, para nuestro autodominio. Pero al final siempre es una decisión de nuestras conciencias, de nuestra libertad seguir el camino del bien y de la verdad, de la "vida buena".

viernes, 8 de enero de 2010

Feliz 2011 a todos!!!

Al saludar a todos mis amigos por este año nuevo les deseé a todos dos cosas: oportunidades en sus vidas y sobre todo buenas decisiones... en efecto pienso que la vida se basa en esos dos factores: las circunstancias que nos tocan, que es el factor que no depende de nosotros (que es un poco la dictadura de la realidad y que están ahi sin haberlas elegido), y las decisiones, el ser humano que decide y toma actitudes ante esas circunstancias de la vida (que es la parte razonable y libre de nuestras vidas). Y aqui está la verdadera importancia de la vida de todos y cada uno... las decisiones que tomamos, son las que en el fondo le dan contenido a nuestras vidas... y esto es lo que deseo para ti en este 2010.. buenas decisiones ... si miramos bien en el fondo nuestras vidas no dependen tanto de las circunstancias y situaciones que nos tocan vivir.. ellas están ahi, son inapelables e inexorables, no las elegimos, pero lo que si podemos elegir y mudar son nuestras actitudes y nuestras respuestas a ellas, de las respuestas que demos a ellas dependen la configuración y el sentido que vayan a tener nuestras existencias. Nuestras decisiones, buenas decisiones nos harán más libres y nos harán llevar con inteligencia nuestro destino en medio de las circuntancias que nos tocan vivir y hacer que sirvan a nuestros objetivos.
Opotunidades y buenas decisiones en este 2010 para todos mis amigos!!

jueves, 1 de octubre de 2009

El deseo y lo deseado, la espera y lo esperado

El momento previo o el antes a la consecución de algo, la preparación, el momento de espera, de expectativa se suele vivir con más intensidad y es más extensivo o requiere mayor tiempo de dedicación, empeña la mayor atención y cuidado que el mismo momento de la consecución, que el momento de lo procurado, de la obtención de lo esperado: El destello fulgurante de lo buscado, de lo esperado, la expectativa que suscitaba lo deseado, la “promesa” de plenitud que cargaba esa expectativa, esa espera en el mismo momento de su “paroxismo” o euforia, de su obtención, de su vivencia actual se descubre, efímero, revela su caducidad: Lo gustado ya está gastado.


La “espera” – el momento de la expectativa – invierte las fuerzas del espíritu, empeña la atención de todo el hombre, direcciona toda sus intereses, lo “esperado” – el momento de lo conseguido – hace gustar un cierto destello de lo que prometía, pero no es lo que prometía: Prometía más – mucho más – de lo que podía dar. En este sentido la espera es mayor que lo esperado, la expectativa es más grande que la euforia.


En todo esto el hombre sabe y experimenta una y otra vez que su espera, su deseo siempre es más grande que lo que quiere, que lo que puede y que lo que consigue. Siempre quiere más de lo que puede experimentar, por eso su deseo está siempre insatisfecho y por eso siempre está pronto a emprender nuevas búsquedas, nuevos cometidos: Su recorrido constante, su trama continua es ir de espera en espera (una vez conseguido lo esperado), es ir de expectativa en expectativa para aplacar la urgencia del deseo – aunque se sepa que jamás se dará plena y total satisfacción a su deseo ya que después se experimenta la incongruencia entre éste y lo conseguido – , distraer o darle al menos un pequeño gusto, “hacerle gustar” (=anhelar) su plentitud en “pequeños momentos de gran felicidad” – y de esto se vale gran parte de la economía actual: se ofrecen al hombre y mujer hodiernos “pequeños momentos de gran felicidad”, se les venden “el paraíso”, se les ofrecen productos mágicos que hacen tocar el cielo – . Aquí queda implícita la conciencia o mejor queda explícita la evidencia de que no existe – al menos en este mundo – la total correspondencia entre la espera y lo esperado, la congruencia total entre el deseo y lo deseado, la total satisfacción del deseo: Por el contrario, se experimenta una desproporción estructural entre el deseo y lo deseado, se experimenta mayor la espera que lo esperado, se descubre la triste realidad que el mundo no corresponde al deseo del hombre.


La falta de correspondencia total, la incongruencia estructural entre el antes y el después de la promesa y lo prometido, de la espera y lo esperado, de la expectativa y la euforia suscita o hace surgir en el hombre la conciencia del absurdo existencial, de la contradicción pura y dura.


Lo característico del concierto del grupo/banda de música o cantante favorito, del encuentro o la gran cita con la persona amada, del fin de semana esperado para salir con los amigos de farra, de la obtención del campeonato del equipo de futbol del que se es hincha, de la compra de un objeto que se deseaba desde hacía tiempo, de la culminación de un trabajo o proyecto en el que se empeñó harta energía y dedicación, del viaje a ese lugar soñado de vacaciones, de la expectativa por encontrarse con aquella persona que se conoció por internet, etc., etc., lo característico de todas estas experiencias de euforia, el denominador común de todos estos momentos de cumplimiento y consecución es que llevan siempre la marca de su caducidad, la huella de su “efimeridad”, la impronta de su finitud, se revelan limitados precisamente en el momento en que se les está experimentando, a la vez que hacen saltar el corazón por la promesa que cargan – ofrecen más de lo que pueden dar – llevan su fecha de vencimiento y se extingen en el mismo momento de su paroxismo, de su euforia: una vez gustados ya quedan gastados.


La intensidad que se experimenta en los precisos momentos en que se vive esas consecuciones resulta menor en duración, tiempo, es decir extensivamente que la espera y la preparación, además de ser menor también en correspondencia estructural, es decir incongruente con lo previo, con lo que se esperaba; así la expectativa o la espera resulta mayor que la euforia en intensidad temporal (finita) y en correspondencia ontológica (infinita) ya que implícita e inconscientemente todo deseo y toda espera lleva inscrita en su misma esencia el anhelo de eternidad: lo que se desea se quiere que sea eterno.


Cuando desaparece el momento de euforia, del paroxismo que suscitó el encuentro con lo esperado, con lo deseado, cuando “todo vuelve a la normalidad”, a la cotidianidad, cuando aquél efímero deleite termina el deseo, la espera vuelven a verse insatisfechos y entonces el hombre va en procura de nuevos momentos de satisfacciones (momentos de gran felicidad), el hombre vuelve a desear y esperar uma vez más como si estuviera condenado a vivir en continua insatisfacción y frustración, como si no pudiera deshacerse de ese deseo y así verse obligado a cargarlo por toda la vida; entonces al no poder anularlo del todo, al no poder exitirparlo de su corazón el hombre de hoy se sirve de él, de la energía que comporta su deseo para sus intereses más bajos, es decir cosifica su deseo y lo reduce a sus intereses - lo menor en él se sirve de lo mejor – cayendo así en un circulo vicioso: desea lo que no puede y pretende colmar o aplacar lo imposible, lo mayor con los deseos más bajos, con lo menor, exacerbando de este modo aún más su deseo de algo mayor y ahora más urgente que lo satisfaga, mas viéndose siempre en la imposibilidad de responderlo o corresponderlo. Sin embargo, si lo que el hombre desea es mayor que lo que él puede y consigue, entonces él no es el autor de ese deseo y de esa espera puestos en él; no puede ser autor de algo mayor que él mismo. Ese deseo y esa espera se evidencian infinitos, de naturaleza in-temporal e in-espacial: todo deseo quiere eternidad. El dinamismo intrínseco de la expectativa, de la espera y del deseo reclaman ser duraderos porque se sabe o se supone que lo deseado es un bien mayor que se quiere aprehender y en el que se pretende encontrar la satisfacción total. Lo que el hombre desea es algo que considera un bien grande capaz de proporcionarle uma satisfacción total, hacerle casi tocar el cielo. Aquí de evidencia una relación intrínseca entre el deseo y el bien sumo que sería la ecuación de la felicidad, que en último termino es a lo que aspira todo corazón humano.

domingo, 30 de agosto de 2009

viajar como descubrimiento de lo diferente

Sí ... definitavemente viajar ensancha el horizonte, abre mundos y amplía la comprensión de la realidad. Por eso amo viajar y conocer mundos, descubrir formas de relacionarme con lo real y los códigos que expresan esa relación, me fascina conocer gente de diversas culturas y lenguas, conocer lugares parecidos y distintos. Creo también que la rutina y el sedentarismo - el afincamiento en un sólo lugar - atrapa la mente, las personas que no salen de su círculo tienden a ser prejuiciosas, no todos pero es una tendencia. Conocer lo diferente es descubrir que lo propio no es la medida de lo demás. Los prejuicios y las sospechas mutuas que existen entre pueblos se descubren infundadas cuando se sale de la propia frontera y se adentra en ese mundo desconocido, pero prejuzgado. Basta viajar y ver que los mismos males y las mismas virtudes pertencen a todos los pueblos. Viajar es cultura porque rompe los muros de los prejuicios y ensancha el horizonte de la razón, además de relativizar el propio punto de vista (es uno más).
La apertura a lo otro y diferente (el ponerse en los zapatos del otro, en el contexto de lo diferente) sin contenidos previos, cargados y asumidos como instancias referenciales (medida-patrón que casi siempre es una percepción o sensación propia: "me parece", "yo creo", "me da la impresión" - los prejuicios -) constituye ciertamente el punto de partida para conocer y comprender aquello que se mira sin teñirle del color del propio prisma con el que se le ve.

miércoles, 8 de abril de 2009

Sin Saber

Sin saber que había otro en tu vida
puse mis ojos en ti sin saber
sin saber fueron pasando los días
y te hice dueña mia sin saber, sin saber
sin saber que no podias amarme
sólo me puse a soñar sin saber
sin saber eran felices mis sueños
porque me hice tu dueño sin saber, sin saber
sin saber todo ocurrió sin saber
y mientras yo te queria tú le querias a él
y ahora que hago yo
y ahora que voy hacer
si tú estas enamorada y yo estoy sin tu querer
todo fue un sueño, me hice tu dueño
todo ocurrió sin saber
pero qué cosas tiene la vida
yo enamorado de ti, tú enamorada de él
sin yo saberlo me hice tan tuyo y hoy estoy sin tu querer
nada costaba soñar tan sólo te quise amar y ahora que voy hacer
sin saber puse mis ojos en ti fueron pasando los días y de ti me enamoré
y ahora que voy hacer y ahora que hago yo
he despertado de un sueño bonito que en pesadilla termino

(Jhonny & Ray)