miércoles, 8 de abril de 2009

Sin Saber

Sin saber que había otro en tu vida
puse mis ojos en ti sin saber
sin saber fueron pasando los días
y te hice dueña mia sin saber, sin saber
sin saber que no podias amarme
sólo me puse a soñar sin saber
sin saber eran felices mis sueños
porque me hice tu dueño sin saber, sin saber
sin saber todo ocurrió sin saber
y mientras yo te queria tú le querias a él
y ahora que hago yo
y ahora que voy hacer
si tú estas enamorada y yo estoy sin tu querer
todo fue un sueño, me hice tu dueño
todo ocurrió sin saber
pero qué cosas tiene la vida
yo enamorado de ti, tú enamorada de él
sin yo saberlo me hice tan tuyo y hoy estoy sin tu querer
nada costaba soñar tan sólo te quise amar y ahora que voy hacer
sin saber puse mis ojos en ti fueron pasando los días y de ti me enamoré
y ahora que voy hacer y ahora que hago yo
he despertado de un sueño bonito que en pesadilla termino

(Jhonny & Ray)

jueves, 2 de abril de 2009

La fuga de Sí

Hace más de 400 años Pascal describió lo que era el ambiente de su tiempo y una de las categorías que definían entonces las existencias de los hombres de ese tiempo era la "di-versión" - dirigir la mirada hacia algo -. Indicando con ello la inmersión en el que el hombre se enfrascaba para no enfrentarse con su vacío interior ni con el problema inquietante de su existencia. Desde semejante perspectiva, también el quehacer profesional, la política, los negocios, los agotadores periplos por internet, todo lo que hacemos, pueden vivirse como "di-versión".

"Por eso - escribió Pascal - el juego y la conversación de las mujeres, la guerra, los grandes empleos, están tan solicitados. No porque ahí se encuentre la felicidad, ni porque uno se imagine que la verdadera dicha sea (...) correr tras una liebre que, si nos la ofrecieran en el mercado, la rechazaríamos. No es este uso suave y apacible y que nos deja pensar en nuestra condición lo que se busca, (...) sino el ajetreo que nos impide reflexionar y nos di-vierte. Razón por la que se ama más la caza que la presa. De ahí viene que los hombres aprecien tanto el ruido y el alboroto; de ahí que la prisión sea un suplicio tan horrible; de ahí que el placer de la soledad resulte incomprensible (...). Eso es todo lo que los hombres han podido inventar para ser felices".

Un gigantesco y trágico juego para entretenerse ilusoriamente día tras día y no mirar hacia dentro. Un grandioso y complicado pasatiempo con un precio muy alto: la fuga de sí mismos. Y advierte Pascal: " La única cosa que nos consuela en nuestras miserias es la diversión, que sin embargo, es la mayor de nuestras miserias. Porque nos impide principalmente pensar en nosotros mismos".

Hoy como en la época de Pascal muchos temen por encima de todo el momento en que alrededor suyo se apaga el rumor ensordecedor que lo ha acunado durante la jornada, y se queda a solas con el silencio. Por eso, cuando sale de la empresa o de la oficina o del ambiente laboral, no busca sino algo que "hacer": se hunde en la algarabía de un bar superpoblado o de una discoteca, y un poco más tarde, al llegar a casa, se deja arrullar por el televisor, para acabar yéndose a dormir entre las melodías de la estación radial favorita. Mucha gente vuelve a casa tan agotada que sólo tienen un deseo: estirar las piernas y descansar ( lo que muchas veces significa ver la televisión ).

Qué triste y empobrecida queda una vida en la que esclavizarse y descansar son los únicos polos de la existencia. Donde las relaciones con los demás queda excluida o reducida a mera función.

Lo que en el tiempo de Pascal eran las diversiones - entendida como fuga de sí mismo - ahora lo son manifestaciones distintas, pero la actitud de fondo sigue siendo la misma: el frenético movimiento de la oficina o de las clases, bibliotecas y cafeterías masificadas en la universidad no son muy distintas del hormiguero de una playa o una piscina repletas de bañistas o de una plaza pública tomada por los jóvenes en las noches del fin de semana; el tráfico caótico de los días laborales no hace sino traslarse, en los festivos, a las autopistas que conducen a las playas y demás lugares de recreo. Y así todo lo demás. Siempre la misma ansia, idéntica prisa, igual tensión en relación con las personasy las cosas.

Humanidad que se agita, se angustia, se exalta en una carrera hacia metas que, una vez alcanzadas, dejan insatisfechos y desilusionados, nuevamente inquietos, deseosos de lograr otros objetivos. como el cazador al que no le gusta la liebre y que, después de tanto esfuerzo por rastrearla y matarla, la tira sin disimulo para buscar otra distinta: la eterna sensación de insatisfacción. Una vez alcanzado lo procurado queda desgustado y se vuelve a sentir la necesidad de ir por otra cosa nueva y siempre así cíclicamente.