sábado, 23 de enero de 2010

El dominio del "ego" como camino hacia el bien

Lo bueno, lo noble, lo verdadero y el ideal de las cosas (el cómo deben-ser las cosas) existen independientemente de nuestros actos, de nuestros errores o de que creamos o no en ellos. Si nosotros erramos no por eso es que no existan o dejen de existir el ideal, lo bueno y lo verdadero. Para recorrer el camino del bien y de la verdad hace falta de cierta dosis de fatiga, una cuota de ascesis, precisamos de esfuerzo y sacrificio para vivir la "vida buena" - vida que no está exenta de dificultades y que la mayoría de las veces exige gotas de sudor existenciales, cargar la propia cruz - precisamos del dominio de la razón sobre nuestras insitintividad, sobre nuestra animalidad, sobre nuestro ego (principio egocéntrico, fuente de nuestros males); dominio de nuestra dimensión propiamente personal, de nuestra conciencia personal (nuestra racionalidad) sobre nuestra impulsividad, nuestra dimensión irracional, inconciente.
Este dominio es una empresa ardua, un trabajo muchas veces cansativo e incomprensible, pero siempre gratificante. En ciertas ocasiones este trabajo es demasiado para la sola fuerza humana por lo que se precisa de una ayuda superior.
El dominio de nosotros mismos, el autocontrol de nuestro propio yo es la condición de la auténtica libertad y presupuesto de nuestra verdad que hace posible el sentido de nuestras vidas que es relacional y oblativa. Sin embargo, muchas veces la gran mayoría de nosotros no tenemos este dominio regio de nuestra razón sobre nuestros instintos, sobre lo irracional en nosotros. Y entonces es la vida la que se encarga de señalarnos el camino, de corregirnos y "purificarnos" o enmendarnos con los látigos y golpes de la vida, desde nuestros propios errores y a través de nuestros sufrimientos - que cobran sentido cuando tomamos conciencia o despertamos de nuestra situación existencial y procuramos "la vida buena" -. Los golpes de la vida, los sufrimientos (provocados, suscitados las más de las veces por nuestros errores y limitaciones) tienen la misión (su razón de ser) de doblegarnos de nuestros egoísmos y re-orientar nuestras miradas hacia "la vida buena" (todo al final siempre apunta al bien).
Esfuerzo (ascesis asumida libremente) y sufrimiento (originado por nuestros egoísmos): dos caminos existenciales de llegar a la "vida buena", al camino del bien y de la verdad. La ascesis, el esfuerzo representado por la imagen de la cruz, es el camino conciente y asumido libremente (activo) hacia la vida buena. El sufrimiento, el dolor representado por los golpes de la vida y por nuestros egoísmos, es el camino más largo, extrínseco (pasivo) que la vida nos impone obligándonos a reaccionar a despertar de nuestras cerrazones.
En realidad los dos caminos: al asumido conciente y libremente y el "impuesto" abruptamente por la vida como consecuencia de nuestros errores son caminos de cruz, sacrificio y dolor. Sin embrago, existe una diferencia sustancial y psicológica inteligible entre la actitud del hombre integrado que recorre el camino de la ascesis (y por esto dueño de sí mismo) y la actitud del hombre instintivo que padece las consecuencias de sus errores (infelicidad y angustia). Esta consiste en que en el primero (el asceta maduro) el sacrificio no es masoquista autolimitación y el elemento principal no es la tristeza ni el lamento, sino todo lo contrario es una libre aceptación y por esto un "regio"(racional) autocontrol y una alegre donación, la alegría existencial es lo carcterístico de este hombre. En el segundo (el instintivo irracional) el sufrimiento, la angustia y la infelicidad es lo característico.
Nuestra existencia toda - el arco total que abarca toda nuestra vida - es una existencia configurada y pincelada, mejor dicho posee una dimensión pedagógica. En un primer momento cuando irrumpimos en el mundo y durante el tiempo de casa y formación recibimos o debemos recibir las herramientas para el dominio de nuestro ego, para nuestro autodominio. Pero al final siempre es una decisión de nuestras conciencias, de nuestra libertad seguir el camino del bien y de la verdad, de la "vida buena".

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